Mi país...

Encendí el televisor la mañana del 1o. de Diciembre para ver la toma de posesión. Un acto que normalmente toma horas y se desarrolla pacíficamente se volvió tremendo espectáculo. La tribuna tomada, jaloneo entre los diputados para bloquear los accesos, la protesta emitida por sobre las rechiflas y los gritos de "espurio" y "pelele"; un acto que desde la entrada del nuevo presidente hasta su salida, duró no más de cinco minutos. La televisión en cadena nacional quiso describir el evento como, aunque extraño y muy breve, un nuevo principio para un México en calma...

Me preocupa... me preocupa este país que, como un enfermo crónico convulsiona. Me preocupa ver cómo se está resquebrajando, cómo se está dividiendo. Cómo sus líderes intentan burlar a su gente, y sobre todo cómo se pretende hacer creer que "no pasa nada".
Me preocupa ver que hay mucha gente infeliz, cansada de ver que su calidad de vida en vez de mejorar empeora (El Banco Mundial declara que la brecha entre ricos y pobres se ha hecho más amplia durante el pasado sexenio). Y también mucha gente decepcionada de la falta de tolerancia y de que al parecer, su voz no es tomada en cuenta.
Me preocupa, sobre todo, éste querer creer que la gente en desacuerdo es una minoría, cuando se encuentra tanta gente a disgusto en la calle, cuando fue necesario transformar el Palacio Legislativo en una fortaleza para proteger al nuevo presidente, cuando se sigue llenando el Zócalo capitalino de simpatizantes de la oposición.
Hay tantas cosas que necesitan cambiar aquí... pero nada puede ser posible si nos empeñamos en disminuir la gravedad de la situación, si -como siempre- nos quedamos sentados, si queremos disminuir o ni siquiera escuchar la opinión de otros, si queremos, en una palabra, cerrar los ojos.